M. F. ANTUÑA Gijón

No cabe la coacción en la religión», Corán (2:256). Johana Casas (31 años, Olloniego) cita el libro sagrado del Islam porque en él ha hallado paz, libertad y vida y nunca presión ni obligación. Porque ella se convirtió por decisión propia, se puso el hiyab cuando lo estimó conveniente, emigró a Marruecos convencida y feliz y, sin embargo, la reacción que todo eso provoca en su propio país es de rechazo injustificado: «En el momento en el que me puse el pañuelo, me convertí en inmigrante en mi propia tierra», dice desde Jenifra, la ciudad en el centro de Marruecos en la que vive junto a su marido y sus tres hijos.

Su historia de amor con el Islam y con Marruecos comenzó hace ahora doce años. Ella tenía 19 años cuando, en un fin de semana en León, conoció al que hoy es su marido, Nordin. Él había venido de vacaciones, con su visado en regla, y se quedó en España porque se enamoró. Y empezó para ella, bautizada pero que siempre había vivido el catolicismo con cierta distancia, el descubrimiento del Islam a través de la forma de ser y estar en el mundo de él. «Yo a él le preguntaba de todo, pero para atacarle, por las mujeres, el pañuelo..., pero él siempre tenía respuestas, y empezó a interesarme la religión. Y, cuando llevábamos año y medio de relación, entendí que a él la religión le relajaba, que nunca se enfadaba, que le daba tranquilidad. Vi el respeto hacia sus padres, la forma en la que me trababa a mí, y, cuando estaba embarazada, decidí que esa era la educación que quería para mi hija». Y se convirtió antes de que llegara al mundo Salúa, un nombre que está en el Corán y significa consuelo.

Hace diez años, el padre de su marido enfermó y decidieron emigrar a Marruecos para poder ayudarle con las tiendas de alimentación que regenta. Allí nacieron ya sus otros dos hijos, Tareq, de ocho años, y Aarón, el bebé, de uno. Y hace algo más de tres años, y harta de tanta incomprensión, creó el canal de Youtube 'Marruecos con mis cinco sentidos' -también está en Instagram con el mismo nombre-, que tiene más de cinco mil suscriptores. «Hay un desconocimiento muy grande y lo que buscaba era cambiar la idea de lo que es Marruecos. Yo estoy aquí porque me gusta estar aquí, hay muchas ideas erróneas sobre el mundo musulmán, todo lo que se cuenta es muy oscuro», introduce. Y ella, buscando la luz y sobre todo respuestas a tantas preguntas que le lanzaron a ella, estudia, lee, indaga continuamente en una religión en la que -dice- nada es impuesto. «Los vídeos que hago aquí son más light, es contar un poco cómo es la vida, mostrar que soy una mujer que trabaja, hablo de decoración, pero, cuando voy a España, es cuando hago los vídeos que suelen crear ampollas, porque voy y noto que soy de fuera», dice. Relata cómo ese rechazo, cuando vivía la religión en la intimidad, no se producía, pero al exteriorizarlo con el pañuelo todo cambió: «La gente no se atrevía a hablar conmigo, pero sí con mis padres, y les preguntaban si estaba enferma, cómo me habían dejado hacerlo, y eso fue lo más duro», afirma. Sus padres, que antes de la pandemia viajaban habitualmente a Marruecos, conocieron y entendieron sus porqués. Pero la incomprensión de otros sigue ahí. Lo curioso es que, pese a sentirse feliz en Marruecos, también advierte el repudio en algunos sectores tradicionales hacia la europea que ha llegado a su territorio. «Soy de fuera en España y soy de fuera aquí».

«En cuanto me puse el pañuelo, me convertí en inmigrante en mi tierra»

Pero Johana es una mujer fuerte. Y sigue contando su verdad. Lleva un par de semanas sin publicar vídeos porque acaba el año y hay mucho trabajo en las tiendas y negocios de su familia y además está estudiando para especializarse como auxiliar de Pediatría. Pero quiere seguir abriendo mentes y derribando muros. «El Corán habla de madres, de crianza, de respeto, temas que me apasionan, pero también habla de caridad, jurisdicción, ciencia, historia, alimentación, astronomía... Cosas así son las que me hacen enamorarme cada vez más de mi religión», concluye.

Habla mucho también de educación en sus vídeos. «Aquí está muy bien, mis niños van a un colegio que es bilingüe y ellos estudian cuatro idiomas más el asturiano-español que hablamos en casa», relata. Son tantos los temas en los que el relato habitual no es el suyo. Dice que Marruecos es un país en el que las mujeres son libres, que en otras naciones del mundo árabes y musulmán con una situación diferente no podría vivir. Pero subraya que ella eligió y que su hija, que ahora tiene diez años, decidirá cómo quiere vivir su vida y la religión. Por cierto, que ha conseguido hablar el árabe: «Al principio me parecía imposible, pero ahora lo leo y lo escribo. Ya veo letras, no garabatos», bromea.

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