Las librerías que florecieron en distintos barrios de Buenos Aires durante la pandemia demuestran que aún es rentable montar un local a la calle frente a las opciones que se reproducen en internet. En barrios de la Zona Norte de CABA y de La Plata, libreras y libreros sostienen que las personas leen más que nunca y los libros venden.

La apuesta al territorio

En mayo de 2021 abrió sus puertas Ramuna, una librería ubicada en Avenida del Carril y Helguera, Villa Pueyrredón (CABA). Tamara Riso, su creadora, advirtió que no había otro comercio del estilo en ese barrio, se asesoró con una librera amiga e invirtió unos u$s 3000 para comenzar el emprendimiento en un local de 16 metros.

"Si nadie apuesta, nada va a pasar: es una rueda. Como librera mi misión es promover la venta de libros, dar lugar a escritores que no son tan reconocidos. La literatura vende y la librería funciona", plantea Riso, quien durante la cuarentena se encontró leyendo más de lo usual y reconoció el valor de los libros como objeto simbólico y de intercambio con otras personas.

Por eso, montar Ramuna solo en internet no fue una opción, reconoce: "La tienda online funciona, pero pensé el proyecto hacia afuera." En Ramuna se consigue material de editoriales argentinas independientes y de sellos más grandes, además de una selección de literatura infantil: "Los vecinos miran la vidriera y se sienten atraídos. Los libros infantiles, por ejemplo, tienen una salida increíble en comparación con el discurso de que los niños no leen", señala Riso.

Al mismo tiempo que Ramuna y a pocos kilómetros, en Parque Chas nació la librería Malatesta. Se trata de otro pequeño comercio creado por dos vecinos, Carime Morales y Juan Lescano: "La librería es sostenible y tiene espacio para crecer. Nos fue tan bien que muchas editoriales se acercaron y nos ofrecieron su catálogo para consignar. El primer mes vendimos la mitad de los libros que habíamos adquirido, es un montón", recuerda Morales.

Las librerías van por más: por qué se puede entrar a este negocio con una baja inversión

Para la inversión inicial, los creadores de Malatesta recurrieron a un préstamo familiar: "Al ir de a poco armás tu negocio. Hay que contar con dinero para el alquiler, tener un colchón y estar bien asesorados en lo comercial". Morales incluso se anima a dar algunos consejos para quienes estén con ganas de emprender en el rubro: "Prestar atención al territorio, no poner una librería en lugares donde no conozcan y seleccionar para la primera compra aquellos libros que sepamos que se van a vender rápido."

"Las librerías físicas son oasis frente a la locura del cotidiano, implican ir al lugar, encontrarse con otro ser humano que escuche, recomiende. En lo comercial, el local a la calle también tiene otra visibilidad", dice Guadalupe Reboredo, quien abrió Cuarto Propio en La Plata (calle 42 número 692 1/2) durante este 2021.

Reboredo también comenzó con una inversión inicial que rondó los 3.000 dólares y hasta fines de este 2021 calcula que continuará la apuesta para luego empezar a generar un margen de ganancia. La librera admite que trazar un puente entre la cultura y el dinero es difícil pero no imposible: "Las personas invierten en libros, el arte tiene peso en sus vidas, todavía se apuesta a un consumo no medible en términos de utilidad, porque es imposible comparar la lectura de una novela con un lavarropas."

Ampliarse en pandemia

La librería Céspedes, en Colegiales (CABA), tenía una historia exitosa previa a la pandemia. Comenzó en un pequeño local en 2017, y ya en noviembre de 2020 inauguró un nuevo espacio de dos plantas sobre la Avenida Álvarez Thomas de la misma comuna.

"El salto financiero fue enorme, nos jugaron a favor los créditos del Banco Ciudad y Nación para emprendimientos e industrias culturales, y aunque sigo endeudada sé que vamos a encontrar el punto de equilibrio", confía Cecilia Fanti, dueña de Céspedes. Al mismo tiempo, reconoce que en la pandemia las librerías de barrio fueron privilegiadas en relación a otros rubros: "A pocos días del ASPO nos autorizaron el despacho de libros, que supuso desafíos, reinvenciones, creatividad."

Por otro lado, Fanti es consciente de que la industria editorial se contrae año a año, por ejemplo, en términos de cantidad de ejemplares, pero rescata que se amplió en bibliodiversidad: "Cada año las editoriales independientes apuestan a distinta literatura".

Reconocer está crisis añosa tampoco fue un impedimento para que en plena pandemia Federico Navamuel se animara a la ampliación de Patio Interno, su librería en City Bell. A mediados de 2021 el negocio pasó de 35 metros a un salón de 100, en Diagonal 3 esquina 474.

"Pudimos sortear bien la pandemia porque la estructura en la librería era liviana, estaba solo, sin empleados, y porque implementamos un sistema de repartos e hicimos más de 6.000 kilómetros entregando pedidos de libros", expresa Navamuel.

Sin embargo, el librero reconoce que los inicios en 2019 no fueron sencillos: "Invertimos unos u$s 5000 dólares, los riesgos eran un montón y los primeros 6 meses fueron muy complicados, el país estaba en una crisis importante y yo había cometido errores, aunque mirándolos en perspectiva, sirvieron para crecer".

Para que el negocio funcione, Navamuel apunta a priorizar aquello que la virtualidad no da: "La pandemia aceleró ventas en internet. Pero la esencia de nuestra librería es que la gente se acerque por más motivos que comprar un libro. Internet solo te acerca el producto. El local da la posibilidad de descubrir algo que quizás no tenías pensado", concluye.

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