Escáner conversó con Any Pascual, su verdadero nombre, el que casi ha perdido, muy conscientemente, para acentuar la sangre maya que corre por sus venas y las raíces de Santa Eulalia, Huehuetenango.

Aunque vive en la ciudad capital desde muy niña, nunca rehusó a hablar el Q´anjob´al, su idioma materno, ni a vestir a diario la indumentaria de su pueblo y de otros de Guatemala porque considera que “no se pueden dejar morir costumbres y tradiciones ancestrales”.

Desde su red social y la radio qanjobalgt.com, las divulga a las jóvenes generaciones con videos, fotos, danzas y sones.

Enfermera de profesión, locutora y en estos momentos estudiante de la licenciatura de Comunicación con énfasis en Periodismo, Qanjobalita no duda en afirmar que usar su traje típico significa “portar una historia milenaria, que va entrelazada con hilo a través de los tejidos de las figuras”.

“Es un conocimiento ancestral, y lo hago con orgullo porque me identifica como mujer de ascendencia maya”, relató a Escáner.

“Desde pequeña, contó, mi madre me puso mi indumentaria, nunca me compró pantalones o vestidos, únicamente usé el uniforme de la escuela, pero solo venía de estudiar y me cambiaba. Así fui creciendo y aunque no me lo crea lo uso hasta para dormir, no me acostumbro a los pijamas”.

En el caso de mi pueblo, es un güipil blanco que simboliza la pureza; en el cuello lleva trencillas de colores (el arcoíris) y también lleva unos adornos en forma de volcancitos por los diferentes cerros y volcanes que rodean el pueblo q´anjob´al.

El corte rojo alude a la salida del sol, la sangre que corre por nuestras venas, y se sostiene con una faja roja o de algún otro color, mientras el cabello va trenzado con lana de oveja o algún listón rojo de colores, explica.

“El traje ceremonial es el mismo de a diario, pero añadimos un güipil largo, ya sea puesto encima o se lleva en la cabeza para protegernos del calor o la lluvia”.

Tengo dos hijas a las que le inculco el uso de nuestras indumentarias para que no se pierda, así nuestra cultura nunca morirá, dice confiada.

LIENZOS DE RESISTENCIA

Siglos de discriminación y racismo hacia la población indígena por sucesivos gobiernos de Guatemala, llevan a que algunas mujeres dejen de usar sus trajes típicos para tener la aceptación de una sociedad que en el fondo las sigue señalando, aunque vistan a la “moda”.

Pero otras, como la actriz maya kaqchikel María Mercedes Coroy, se aferran a sus raíces para mostrar al mundo la sabiduría de las abuelas tejedoras.

Según Coroy, “los tejidos mayas son esos lienzos que se convierten en nuestras vestimentas y que reivindican la resistencia y la lucha por tener nuestra propia identidad, nuestra lucha constante”, y lo dice con propiedad, pues ha sufrido en carne propia el peso de los estereotipos.

Con premios internacionales por filmes como La Llorona, del también guatemalteco Jayro Bustamante, la joven de 27 años se sintió aludida recientemente en los comentarios vertidos en un programa de youtubers sobre cómo debían vestir actrices destacadas en eventos públicos, léase la alfombra roja.

Tan desafortunada opinión llevó a la protagonista de la también multipremiada cinta Ixcanul, a manifestar públicamente: “No somos, en ningún momento, como se menciona, personas a las que se nos pueda llevar y vestir de cierta forma. Les recordamos, tenemos nuestro propio criterio y tomamos nuestras propias decisiones”.

“He sido invitada a alfombras rojas con la gran oportunidad de representar alrededor del mundo a mi país. Cuando lo hago, me gusta pensar que represento a todo un país, no solo una parte de él”, resaltó.

La elección de lo que usaré es mi decisión y cuento con el respaldo de mi equipo de trabajo cada vez más comprometidos con mi visión, escribió en su cuenta de Facebook.

Coroy contó que en Alemania se sintió orgullosa de llevar el traje de Santa María de Jesús, de donde es originaria, y después hizo crecer la idea de compartir a nivel internacional la belleza de otras indumentarias que la acompañan como el de Xela, Cobán, Patzún, Quiché o Palín.

“Más que un atuendo para lucir bien o ser una moda, nuestra indumentaria es parte de nuestra historia, del legado de nuestros ancestros a través del tiempo”, afirmó.

Por eso persiste en seguir rompiendo barreras: es difícil, asegura, pero no imposible. “Es el claro ejemplo de que después de tantas luchas seguimos emergiendo… como nuestros tejidos.”

arb/mmc

*Este trabajo contó con la colaboración de la editora jefa Luisa María González, la editora Amelia Roque, el jefe de la Redacción Centro-Suramérica Alain Valdés, y la webmaster Diego Hernández.

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