“Los pies son el único punto de apoyo contra el suelo y la forma en la que este apoye va a tener una relación directa con posibles lesiones en otras partes del cuerpo como la rodilla, cadera o columna. A nivel muscular también tiene mucha importancia, ya que una parte importante de los músculos de la pierna tiene una de sus inserciones en el pie (tibial anterior, tibial posterior, peroneos, etc.) de forma que la manera de pisar o la propia geometría del pie también tiene mucho que ver con determinadas sobrecargas musculares”, nos explica Víctor Alfaro, director general de Podoactiva y podólogo del primer equipo Real Madrid CF.

Nuestros pies están configurados para que podamos andar, correr y saltar sin necesidad de usar calzado alguno. Sin embargo, tal y como nos cuenta el doctor Ángel de la Rubia, de la Clínica Ángel de la Rubia y miembro de Top Doctors, “a lo largo de la historia, el hombre ha sentido la necesidad de protegerlo de las inclemencias meteorológicas y de la agresión del terreno. Paradójicamente el uso y abuso de calzado a lo largo de los siglos ha provocado cierto debilitamiento en la musculatura propia del pie, como los músculos lumbricales e interóseos, de modo que muchas personas no pueden mover libre e independientemente los dedos de sus pies”.

Entonces, si el uso de zapatos nos debilita los pies ¿no sería más conveniente ir descalzos por la vida? Pues, como diríamos coloquialmente, “ni calvo ni con tres pelucas”. Los podólogos están de acuerdo en que andar descalzos de forma ocasional o incluso un rato cada día en casa y siempre que no se haga sobre superficies duras como el mármol o el terrazo, ya que se impacta demasiado sobre las articulaciones, es beneficioso. Alfaro nos cuenta que entre las ventajas de esta práctica están mejorar la función de la musculatura intrínseca del pie, que se ve limitada muchas veces por el uso del calzado; de la propiocepción, que es el sentido gracias al cual detectamos el movimiento y la posición de las articulaciones (nos sirve para ajustar movimientos como, por ejemplo, al pisar sobre un terreno irregular o bajar escalones), así como de la circulación del retorno venoso. Esto último se consigue especialmente caminando por la arena de la playa o la hierba. De la Rubia hace un último apunte desaconsejando andar descalzo en casa si se presentan alteraciones en los pies como fascitis, metatarsalgias, callos, durezas…

Muy relacionada con lo anterior está la tendencia minimalista, que no es más que usar calzado con poco tacón o incluso sin él. Tal y como nos explica Víctor Alfaro, este tipo de zapato suele tener una horma más ancha en la zona de los dedos, para que estos puedan moverse libremente, así como una suela muy flexible para no limitar la movilidad del pie. Ángel de la Rubia no se muestra muy de acuerdo con esta tendencia y es que, en su opinión, el uso de terreno, liso, firme y duro, como son las aceras por las que transitamos, requiere compensar con cierta altura de tacón, entre 2 y 3 centímetros. Según el podólogo, con dicha altura logramos equilibrar el porcentaje de cargas o apoyo entre el antepié y el retropié o talón. “Suele ser la altura que llevan los zapatos clásicos de caballero”.

Todo lo que hay que saber sobre nuestros pies

Alfaro va más allá y es que el minimalismo también está muy presente en la práctica deportiva. El podólogo del Real Madrid nos cuenta que es habitual ver a ciertos corredores usando calzado minimalista, aunque señala que no es algo adecuado para todos y que, en todo caso, requiere de un periodo de adaptación largo. “Pasar de correr usando una zapatilla que incorpore, por ejemplo, 1,5 cm de altura de tacón (lo que se denomina técnicamente altura de drop) a correr descalzo de forma repentina puede resultar muy lesivo ya que dicha disminución de drop conlleva un importante aumento de la tensión muscular en toda la polea posterior de la pierna: tendón de Aquiles, gemelos, sóleo e isquiotibiales”. La recomendación del especialista es que, si uno se quiere iniciar en el minimalismo, lo haga bajando muy progresivamente la altura del drop y “escuchando” a los músculos. “Si bajamos 0,5 cm de altura de tacón y vemos que nuestros gemelos, por ejemplo, se sobrecargan en exceso, habría que hacerlo de forma más gradual. A la vez es muy importante instaurar una pauta correcta de estiramientos que nos ayuden en esta progresión”. Y da su opinión: “Bajo mi criterio, para la mayor parte de personas, lo ideal es usar una zapatilla que incorpore algo de drop y algo de amortiguación y sería muy bueno alternar ese uso con calzado minimalista o, incluso, realizar ejercicios descalzos durante unos minutos al día”. Entre estos ejercicios están caminar descalzos durante unos minutos al día, mantenernos descalzos a la “pata coja” sobre un pie, mantenernos de puntillas y “atrapar” una toalla con los dedos de nuestros pies. Eso sí, si se tiene alguna patología, se deberá consultar antes de nada con un especialista.

En el lado opuesto al calzado minimalista encontraríamos los zapatos de tacón. ¿Qué ocurre cuando se usan de manera continuada? “Biomecánicamente obliga a andar mediante pasos cortos, con las rodillas semiflexionadas, aumentando la curvatura lumbar (hiperlordosis) y favoreciendo la aparición de metatarsalgias, dolor en la región anterior del pie y la aparición de juanetes y dedos en garra, aparte de problemas en cuanto al déficit del retorno venoso y la aparición de varices. No olvidemos que el pie se comporta como un verdadero corazón periférico”, explica a MUY el doctor Ángel de la Rubia. Si se quieren usar zapatos de tacón, el tope de altura estaría entre los 4 y 5 centímetros y el tacón debería ser ancho, nunca de aguja.

¿Existe el calzado ideal?

Al principio de este texto comentábamos que, si incluso en una persona los pies no son exactamente iguales, es bastante complicado por no decir imposible que exista un calzado ideal, que nos venga bien a todos. “No existe un zapato ideal para todos los ciudadanos, ya que su estructura debería partir de una horma personalizada, que tenga en cuenta, además del largo del pie, su anchura y altura del empeine, para optimizar el ajuste y evitar movimientos de traslación dentro del zapato”, nos cuenta de la Rubia. Si nos centramos en un calzado fisiológico o anatómico, el doctor dice que “debería ser de piel natural, transpirable, con ajuste mediante cordón o velcro, de pala lo suficientemente ancha para permitir la libre movilidad de los dedos y contrafuerte que agarre con firmeza el talón, para evitar lesiones por inestabilidad de tobillo. La suela debe tener propiedades antideslizantes, con buen agarre, tracción y amortiguación, de goma en los meses de invierno y de suela transpirable para los meses estivales”.

El experto restringe el uso de sandalias a la playa y la piscina. Sin embargo, como este calzado está muy extendido en los meses cálidos, De la Rubia recomienda que lleven diferentes sujeciones o anclajes, tanto a nivel anterior como en talón y mediopié. Por el contrario, el podólogo ve con buenos ojos el uso de botas en invierno ya que son ideales para personas con tobillos inestables. Recomienda que sean de piel natural, con puntera redondeada y una altura de tacón de entre 2 y 3 centímetros.

“El calzado debe tener un equilibrio entre dos conceptos fundamentales, amortiguación y estabilidad, de forma que un zapato muy blando y cómodo a priori, puede convertirse en un problema para un pie laxo, o aplanado y, por el contrario, un zapato muy rígido puede limitar el movimiento natural de un pie con mucho puente o con poca movilidad. El zapato debemos adquirirlo a última hora de la tarde, que es cuando tenemos el pie más dilatado”, recomienda De la Rubia. Además, nos cuenta que “como norma general deberíamos comprar los zapatos tomando como referencia el pie más grande y el dedo más largo y siempre manteniendo entre medio y un centímetro entre el dedo más largo y la puntera del zapato”.

Y sobre eso de ‘domar’ los zapatos, el podólogo dice que los que son livianos, tipo mocasín o casual, no suelen requerir ningún periodo de adaptación. Cosa distinta es un zapato que esté confeccionado en piel de potro, que sí necesita ese tiempo de ‘domado’ para que resulte cómodo.

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