Quique Bassat (Barcelona, 47 años) es epidemiólogo, pediatra e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona. Es miembro del comité de la Asociación Española de Pediatría que ha asesorado al Gobierno en la elaboración de los protocolos sanitarios en los centros educativos, y ha seguido de cerca la evolución de los contagios entre los alumnos. La escuela, que el curso pasado resistió al virus mucho mejor de lo esperado, emitió en diciembre algunas señales alarmantes, con un aumento progresivo de los brotes y los grupos en cuarentena. La preocupación de las familias y los docentes se centra ahora en el impacto que la explosiva capacidad de contagio de la variante ómicron puede tener en enero en la actividad escolar.

El Gobierno ha convocado el 4 de enero en La Moncloa una reunión intersectorial de los ministros de Sanidad, Educación y Universidades con los consejeros de las respectivas carteras de las comunidades autónomas con vistas a analizar la vuelta a las clases.

Pregunta. ¿Qué contexto sanitario prevé que haya cuando se reanuden las clases?

Respuesta. Posiblemente peor que el de ahora. Nadie lo sabe con certeza, pero los modelos matemáticos sugieren que es posible que el crecimiento continúe y el pico se vea alrededor del 15 de enero. Puede ser que las cosas mejoren antes o que empiece a verse el efecto de algunas medidas que las comunidades están tomando, pero no pinta bien.

P. Los colegios acabaron el primer trimestre con bastantes problemas, ¿cómo espera que sea enero?

R. Depende de la seriedad con que se tomen las medidas. Sabemos que si las cosas se hacen bien, el riesgo es menor que lo que vimos a finales del trimestre pasado. Empezaremos a tener un número todavía pequeño pero importante de alumnos que han recibido la primera dosis. Es dudoso que eso vaya a protegerlos, pero podría empezar a tener un pequeño impacto. Ambas cosas deberían empezar a notarse. Desde luego, todo el mundo será mucho más consciente de que hay que hacer las cosas mejor.

P. ¿Se puede confiar en el efecto de la vacuna para salvar la escuela? Los niños no tendrán la pauta completa hasta finales de febrero o principios de marzo.

R. Sí, pero no se descarta que el plazo de ocho semanas entre la primera y la segunda dosis se acorte si llegan más vacunas. La decisión de espaciarlas se tomó, en mi opinión, porque se pensaba que quizá no habría suficientes. Si tenemos más, el plazo podría reducirse a tres semanas, como en el resto de grupos de edad. Mientras no ocurra, debemos asumir que hasta marzo la mayoría no estarán protegidos, aunque hemos pasado otras olas en las que no había ningún niño vacunado y las escuelas se han mantenido abiertas haciendo las cosas bien.

El pediatra y epidemiólogo Quique Bassat: “Si los niños tienen mocos, es momento de sospechar que es covid”

P. Con la ómicron el panorama parece más complicado.

R. Si la situación sigue siendo igual de mala, es posible que tengamos que tomar medidas más drásticas a nivel poblacional, eso es indudable. Pero siempre hemos defendido que las escuelas no deberían ser lo primero en cerrar, sino probablemente lo último.

P. ¿Debe endurecerse el protocolo sanitario de los centros educativos?

R. Es una opción, yo creo que no es necesario, simplemente debería aplicarse muy estrictamente el que tenemos, que es lo que sospecho que no se hizo tan bien en las últimas semanas del curso. El único gran cambio que ha habido respecto al curso pasado ha sido el aumento del número de niños por grupo burbuja, de alrededor de 20 a más bien el tamaño de la clase normal, casi hasta 30. Esto sería difícil cambiarlo ahora mismo, porque implica la contratación de muchas personas y fue la razón principal por la que se eliminó esta restricción. Lo demás sigue siendo básicamente lo mismo, pero creo que se ha aplicado menos rigurosamente. Lo que se debería hacer es volver a los controles que había en un principio. Volver a controlar que niños enfermos no entren en la escuela, aunque sea con medidas tan sencillas como la toma de temperatura, como se hizo en algunos lugares y luego se dejó de hacer progresivamente. Que las familias sepan que un niño enfermo no debe ir a la escuela, aunque sea simplemente porque tenga mocos. Esto se aplicó muy rigurosamente cuando todos teníamos presentes lo que pasó en 2020 y estábamos muy concienciados de que no había que romper ninguna norma.

P. Los institutos han aguantado mejor que los colegios esta primera parte del curso, lo que se ha atribuido a la alta vacunación de los adolescentes a partir del verano. Pero los datos reflejan que los contagios entre ellos también crecen con rapidez.

R. Estamos viendo infecciones en todos los grupos de edad, presumiblemente porque empieza a decaer la eficacia de la segunda dosis, y eso incluye a los adolescentes y a los adultos jóvenes. La excepción son los mayores, sobre todo a partir de los 70 años, que son quienes más recientes tienen las terceras dosis. Si las escuelas y los institutos reabren, tendrán que hacerlo siguiendo las medidas más estrictas posibles, como hicimos en la vuelta al colegio en septiembre de 2020 y en septiembre de este año.

P. También han aumentado las infecciones entre docentes, que fueron uno de los primeros colectivos profesionales en ser inmunizados. ¿Hay que volver a vacunarlos ya?

R. Sí, totalmente. Se les debería vacunar con la tercera dosis como trabajadores esenciales, como se hizo el año pasado.

P. ¿Cómo ha influido la reaparición de otros virus respiratorios, ausentes en 2020, en el comportamiento de las familias?

R. Han hecho que la gente se confíe. En septiembre se dio el dato de que tan solo alrededor del 1% o el 2% de los niños con mocos tenían covid, y que el resto eran debidos a otros virus respiratorios típicos de la infancia, que este año han vuelto a circular abundantemente. Y ese mensaje ayudó a que los padres los enviaran con mocos al cole. Pero era una época en que la tasa de positividad en los test de covid en los grupos pediátricos era bajísima y en la población general también era baja. Ahora estamos en una situación totalmente diferente. Si los niños tienen mocos, es momento de sospechar que es covid, aunque pueda ser otra cosa.

P. ¿Qué deben hacer los padres?

R. Fijarse mucho en la aparición de síntomas. Si el niño tiene síntomas, no debería ir a la escuela. Usar test rápidos, que tienen sus problemas, pero pueden ser útiles. Y cumplir el confinamiento si hay positivos en casa, tanto de los adultos como de los niños.

P. Si la incidencia sigue aumentando, en enero la actividad escolar puede ser muy difícil por el encadenamiento de cuarentenas. ¿Hay que revisar la norma que prevé confinar a todo el grupo burbuja si hay un positivo?

R. Es una posibilidad. A mí lo que me interesa es el bienestar de los niños. El físico, lógicamente, que no se enfermen, y de momento seguimos tranquilos porque parece que la variante ómicron no causa enfermedad diferente en los niños, que sigue siendo leve o asintomática. Y su bienestar psicológico y su salud mental, que vemos que se afecta mucho cuando los confinamos en casa. Por eso creo que las escuelas deben seguir abiertas. Y quizá sí explorar otros métodos si seguimos viendo un confinamiento de grupos burbuja tan alto como vimos a final del trimestre.

P. ¿Como por ejemplo confinar solo a los alumnos positivos de un grupo burbuja?

R. Sí, a los positivos confirmados y a los que tengan síntomas. Epidemiológicamente es incorrecto, pero estamos en un periodo de tanta complejidad que podríamos plantearnos medidas como esta.

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